dijous, 23 d’abril del 2015

Historias fin final feliz (VI)


En las entrañas del barco que llevaba a la corte del Rey Luis XVI, se encontraba una joven prisionera de 16 años. Esta joven era hija de unos campesinos acostumbrados al sufrimiento, al hambre y al frío producido por las malas cosechas que durante varios años azotaron el país. Los padres cayeron enfermos por la peste lo cual hizo que ella tuviera que trabajar desde los 10 años para poder pagar los impuestos que la familia no podía asumir.
La pobre muchacha sufría día tras día, mientras veía como sus padres iban perdiendo la vida sin que ella pudiera ayudarles, pues el poco dinero que podía recaudar era depositado en las arcas de los nobles en cuyas tierras vivían. El trabajo que realizaba la pobre niña era muy penoso. No poseía más que unos harapos para cubrir su cuerpo y por calzado llevaba unos trapos atados a los tobillos. Debía recoger las cosechas de los campos bajo el tiempo invernal y llevarla al granero de la gran casa, donde a cambio de daban un mendrugo de pan y un trozo de queso con el que alimentaba su pequeño cuerpo y guardaba un pedazo para sus padres. En alguna ocasión cuando la cosecha no era todo lo buena que los señores feudales esperaban, la pobre niña recibía un azote por cada año que tenía.
Sus padres murieron sin que ella pudiera verlos, pues mientras trabajaba la pequeña en los campos, se llevaron los cadáveres de sus padres a la fosa común del cementerio. Nada más llegar a casa y ver que sus padres no estaban, solo pudo llorar y llorar pensando en su triste vida, sola y sin familia, pensaba que no podría hacerle frente a la vida, que no podría vivir sola, sin nadie…
Así fueron pasando los años hasta que un día pensó en marcharse, dejar de sufrir y así poder encontrar otra manera de vivir, encontrar su propio yo y ser feliz. Tras varios días de deambular por los horribles campos y pueblos desérticos, tras pasar noches en vela sin poder dormir debido al frío, tenía unos pies repletos de llagas sangrantes y un cuerpo tan delgado y cansado que apenas podía mantenerse de pie.
Una tarde, derrotada, se puso a descansar a los pies de un árbol y unos bandoleros que pasaron por ahí la raptaron para venderla como esclava. La metieron en una jaula con otros humanos de todo tipo de edades para poder comerciar con ellos. Así acabó vendida a uno de los guardianes de los prisioneros que abastecían las galeras de los barcos reales. Paso años dándole vueltas a los remos… Y así hasta que no pudo remar más. Murió con dolores terribles, con un terrible sufrimiento que esperaría no volver a sufrir nunca más…