dilluns, 9 de juny del 2014

La lección aprendida

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Aún no tenía nada claro aunque mi mente perspicaz no paraba de darle vueltas a lo mismo hasta intentar llegar al final. Era tal la importancia que tenía el asunto que no podía parar de intentar ver su solución. Cuando vi que estaba a punto de conseguirlo en ese mismo momento sonó el despertador del móvil con la melodía más bonita del mundo, el grupo de ACDC.
Nada más oírla note como el corazón me empezaba a latir más y más rápido. Odiaba esa música tanto que no la podía escuchar y eso parecía gustarle a mi hermano pequeño que siempre me cogía el móvil adrede para cambiar mi música por la suya. A él le parecía una situación muy graciosa ya que siempre yo me ponía a gritarle tanto que al final me daba la sensación de que le hablaba a una pared.
Eli y Samuel, mis padres, simplemente pasaban de nosotros cuando oían que discutíamos mi hermano y yo de nuevo por la misma razón. Además siempre andaban tan liados con su trabajo que pocas veces manteníamos una conversación familiar, aun así siempre que necesitábamos ayuda, buscaban cualquier medio para ello, ya fuera con su apoyo o con el de las limpiadoras de casa.


A veces me daba la sensación que nuestra familia era gigantesca ya que cada mes venía una sirvienta diferente a limpiar la casa ya que mi madre era bastante quisquillosa y muchas de ellas no conseguían aguantarla, hasta que un día después de mi graduación vino una mujer de unos 54 años cuyas vestiduras me hicieron recordar a Mary Poppins aunque esta mujer parecía más seria y obediente.
Esa misma mañana cuando conseguí levantarme tras haber pasado la noche bailando y habiendo bebido una que otra cerveza junto con mis amigas y amigos, la conocí. No era una mujer demasiado alta pero tampoco era muy baja, lo que se diría una altura normal y respecto a su cuerpo se podría decir que no estaba ya demasiado cuidado ya que su figura había quedado inexistente. Su pelo corto tenía un color negro tirando a gris con canas blancas que le daban un aspecto más de mujer mayor. Sus gafas grandes cuya marca no pude ver demasiado bien a causa del efecto de la resaca, le daban un aspecto muy formal y de inteligencia.
Esta era la primera vez que Anfra venía a España después de haber dejado temporalmente su país a causa del gran conflicto político que había.
Nada más llegar ella se acomodó en la pequeña y oscura habitación que había en la planta baja .Mi madre Ely consideraba esa habitación apropiada para que de esta manera se le demostrara la humildad y la fidelidad que la nueva sirvienta tenía hacia la familia. Ella lo hacía llamar como el periodo de prueba.
En ese periodo básicamente había que comportarse como un esclavo pero no como uno cualquiera sino capaz de soportar tanto a la retorcida y maniática de mi madre como al cansino y desordenado de mi hermano y además de hacer bien las cosas, sobre todo la comida ya que en mi familia parece que comen más que hablan.
Tanto el consumo excesivo de comida como el tener una persona que nos limpie la casa son cosas que nos podemos permitir gracias a que mi padre trabaja como empresario en una tienda de compresas y tampones mientras que mi madre es la jefa de odontología de la clínica privada de Sabadell.
Anfra consiguió aguantar dos semanas sin quejarse de nada aunque no me extrañaba ya que con el sueldo que mis padres le pagaban a fin de mes no era aconsejable quejarse. A veces creía que Anfra podría ganar más que los propios profesores de academias. Ella se pasaba todo el tiempo trabajando y casi ni hablaba solo en las ocasiones en que mi hermano y yo le preguntábamos, ni tampoco había sonreído desde que vino.
Pero eso cambió cuando en la tarde del domingo, mi madre que acababa de levantarse tras haber realizado durante la mañana una larga operación, fue a coger el correo que el cartero siempre le trae y se lo deja en el buzón todas las mañanas, en el cual había revistas que ella había pedido sobre la nueva moda de primavera y algún periódico del ámbito médico y además una carta inesperada con una apariencia muy peculiar. No ponía la fecha ni nada tan solo de Dimitri Viochini dirigida a Anfra College da Italia, estaba escrito en italiano.
Mi madre extrañada, pensaba que era el amor imposible de Anfra y que le había dejado una carta en la que le dedicaba su amor eterno o alguna cursilada por el estilo. Ely no abrió la carta, más que nada lo hizo por respeto hacia su criada. Tan solo la vio por encima una vez más y la dejó encima de la mesita que había al lado de la puerta de la habitación de Anfra.
Antes de que mi madre se fuera a tomar el té con sus amigas, vino a mi habitación y sin pensarlo dos veces entró en mi habitación mientras que yo leía “La ciudad de las Bestias” cuya escritora adoro. Me hizo parar unos segundos para contarme el nuevo cotilleo de que la criada tenía un amante cosa que a mi poco me importo pero que fingí, siguiéndole la corriente a la pobre de mi madre a la que se le veía muy ilusionada.
Luego al cabo de una hora mi madre se fue con sus amigas y diez minutos más tarde lo hizo mi padre que se dirigía hacia el gimnasio. Anfra, mi hermano y yo nos quedamos en casa cada uno haciendo sus tareas hasta que la animación llegó.
Un amigo de mi hermano había quedado con él para hacer un trabajo cosa que ellos entienden por jugar. Ya había llegado cuando yo empecé a estudiar alemán mi lengua favorita, pero no me di cuenta ya que sorprendentemente estaban haciendo el trabajo en silencio. Pero esa suerte de estar en silencio duró poco ya que tan pronto como terminaron empezaron a jugar con la pelota con cuidado de no romper nada. Pero era tanto el entusiasmo que tenía que en una patada que dieron al balón, lo lanzaron tan fuerte que este llegó hasta la mesita de la entrada de la habitación de Anfra y la tiro al suelo haciendo caer a su vez la carta que Ely había dejado.
Esto provocó un ruido tan fuerte que hasta Anfra que estaba en la otra punta de la casa oyó y fue enseguida a ver qué pasaba con preocupación. Detrás de ella fui yo con más cautela ya que era una cosa habitual que mi hermano fuera rompiendo cosas por casa.
Al ver el panorama, Anfra supo que era menos de lo que había imaginado lo cual la alivió. Y más alivio sintió al ver entre las manos de mi hermano la carta que estaba esperando recibir, al parecer, ya hacía tiempo. Tan pronto como pudo y con mucha delicadeza y respeto se la quitó a mi hermano y a la vez realizó una tremenda sonrisa que parecía haberle reconstruido el corazón después de un largo y triste sufrimiento.
Mi hermano al ver el nombre del hombre tan solo le dijo el comentario que mi madre había supuesto:
  • ¿Quién es? tu marido…
Ella sin contestar, acachó la cabeza y a la vez los ojos, colocándose la carta cerca del pecho. De nuevo una pequeña sonrisa se vio reflejada en su cara. Mi hermano ignorante sin darse cuenta de este suceso continuó con su amigo jugando pero esta vez se fueron fuera al jardín ya que yo personalmente le dije que ya no podía soportar el mal de cabeza que me provocaba los chutes del balón y, por tanto, por respeto a mi salud se fue afuera.
En ese momento cuando Anfra se iba a su cuarto a dejar aquello tan valioso que había encontrado, yo la seguí llamándola a la vez.
Ella se giró tímidamente y esperó a escuchar aquello que yo quería pedirle. Aunque antes añadió algo que nunca había dicho antes:
-Sabes, el respeto es uno de los mayores aspectos que muchas sociedades carecen.
Yo no entendí exactamente a que se refería, pero lo dijo con tanta formalidad que lo interpreté como un buen comentario sobre lo que acababa de hacer mi hermano.
Sin más dilación, le pregunté aquello que quería. Básicamente era que me preparara un zumo de naranja, pero al empezar ella la conversación de ese modo, noté como si entre ella y yo se hubiera creado una nueva conexión que nunca antes había existido.
Fue entonces cuando mi cabeza inconscientemente olvidó aquello que iba a preguntarle y dije lo que minutos antes había pensado:
  • Sé que no debería entrometerme pero, esa carta parece tener más importancia de la que nosotros parecemos darle, porque si no me equivoco creo que te he visto sonreír nada más verla- y con una voz de preocupación acabé diciendo- nunca te había visto sonreír, ni si quiera el primer día que te conocí, de hecho parecías un robot ya que siempre estabas trabajando
Ella volvió a hacer una pequeña carcajada hasta que empezó a contarme que realmente sí que era una carta importante para ella ya que le había escrito su único hijo llamado Dimitri. Eso suponía una gran alegría para Anfra la cual padecía por la vida de su hijo que había tenido que quedarse en el país ayudando a los pobres enfermos que iban llegando mal heridos al hospital donde trabajaba.
Me contó que Dimitri a pesar de su juventud y su poca experiencia, decidió ponerla a ella a salvo enviándola a otro país más tranquilo y donde nunca hubiera estado para así evitar que nadie la conociera. El hecho de salir del país era muy complicado ya que, según le contaba su hijo, ahora habían puesto fronteras vigiladas por soldados militares para intentar que nadie pueda irse y a la vez lavarse las manos del problema que se estaba viviendo. Pero, sin embargo, Anfra tuvo suerte ya que se fue una semana antes. Pero no lo hizo porque sabía lo que iba a suceder sino que un amigo de Dimitri cuyo padre era un ministro del gobierno, le avisó a este para que así pusiera a salvo tanto su vida como la de su madre.
Sin reaccionar, me quedé parada y boquiabierta tras escuchar todo lo que mi sirvienta me había ido contando, nunca hubiera imaginado qué situaciones así pudieran ocurrirle a personas que comparten la misma casa que yo.
Tal vez me parece bastante extraño por culpa de mi madre cuyo carácter y filosofía ha hecho que tanto el mundo de mi hermano como el mío sea como si estuviéramos dentro de una burbuja rosa donde todo siempre es feliz y bonito. Por eso muchas veces me gusta más hablar con Samuel, un hombre disciplinado y aplicado en su trabajo que le gusta decir las cosas tal y como son, sin sátira alguna, ya que me cuenta cosas de la vida importantes que tal vez no llegue a experimentarlas pero puede que otras personas de mi alrededor lo hagan .
Esta era la primera vez que oía una historia como esta y tengo que admitir que me costó un poco reaccionar, pero aun así, acabé la conversación diciéndole que me alegraba que su hijo estuviera vivo.
Los días siguientes todo seguía como siempre, mis padres siempre atareados, mi hermano volvía a cogerme el móvil y cambiar la música, en fin todo aquello con lo que tenía que vivir hasta que según mi madre, me fuera a la universidad. La única diferencia respecto a los meses anteriores fue que Anfra ya empezaba a hablar más con mi hermano y con mis padres, pero conmigo, tengo que admitir que era con la que más hablaba. Muchas veces decía que yo le recordaba a su hijo ya que él y yo más o menos teníamos la misma edad, yo estaba a punto de cumplir 18 y él ya tenía 21, y casi siempre me contaba cómo era él y su gran personalidad.
Había días que Anfra y yo nos pasábamos horas hablando. Hablábamos de cómo nos había ido el día, de temas de animales, libros, viajes, etc. Hasta que un día salió un tema que a mi edad es obvio que me guste. Ella fue la primera persona que me hablo de amor y sexo tal y como realmente es. No como mis padres hacían que básicamente era darme instrucciones sobre aquello que puedo y no puedo hacer sin decir nunca el porqué.
Todo esto hizo que después de varios meses Anfra y yo fuéramos como uña y carne. Ely a veces se ponía un poco celosa pero luego cuando era la hora de irse con sus amigas no le daba importancia. Anfra se había convertido para mí como mi hermana mayor a la que le podía contar cualquier cosa siempre y cuando había terminado el horario de trabajo.
Anfra recibía cada dos meses el correo de Dimitri y que muchas veces me leía traduciéndolo del italiano al español ya que tanto ella como su hijo hablaban esa lengua. De hecho me gustó tanto la pronunciación que tenía, que le pedí a Anfra que me diera clases para aprender. Y así hizo, todos los fines de semana por la mañana me daba clases de italiano de dos horas.
Todo iba muy bien, ya solo faltaban tres días para que yo cumpla los 18. Tanto mi familia como mis amigos estaban preparados para el gran 29 de Septiembre.
  • Aquí en Sabadell es costumbre celebrar el cumpleaños con la familia yendo a comer a un restaurante y después darse los regalos y por la noche ir con los amigos a bailar un rato- le conté a Anfra que me pregunto al verme tan ilusionada con los preparativos.
Cuando llegó el día yo estaba súper emocionada, a partir de ese momento ya sería mayor de edad y eso suponía un gran paso para mí.
En la hora de la comida yo quise invitar a Anfra la cual vino muy contenta ya que sabía la importancia que significaba para mí y conoció a mis abuelos, que no vieron muy bien la presencia de la sirvienta en un acontecimiento como este pero que nosotros no le dimos importancia ya que ella era como de la familia.
Casi todos pedimos el plato típico llamado arroz relleno con pimiento y una de las especialidades de la casa para el postre. Quedamos llenísimos tras la comida. Después cuando me dieron los regalos, yo ya tenía una idea de aquello que me iban a dar aunque lo que más me sorprendió fue la moto que mis abuelos me compraron y un collar donde aparecía un trébol de cuatro hojas color verde. Me lo puse en el cuello y nunca desde entonces me lo quité. Para mi ese pequeño collar significaba más que esperanza que era una de las cosas con las que Anfra había aprendido.
Por la noche, como estaba planeado, me fui con mis amigos a bailar la salsa y rock and roll en un bar privado que reservamos para la ocasión. Todos mis amigos y yo, nos quedamos allí hasta las tantas de la madrugada, cosa que hizo que llegara tarde a mi clase de italiano.
Todo iba bien, yo y mi hermano estábamos a punto de acabar el curso cuando antes de que finalizara ocurrió un suceso aterrador. Parecía como si fuera el mismo que meses atrás soñé y aparecía en mi sueño pero no estaba segura del todo, ya nada era seguro para mí.
Esa misma tarde después de lo sucedido, Anfra me vio en mi habitación haciendo cosas muy extrañas, estaba llorando, respirando muy rápidamente a causa de la ansiedad y lo peor de todo, tenía un cuchillo muy afilado entre mis manos. Ella al verme enseguida entró a ayudarme para que me calmara, y quitándome el cuchillo pidió una explicación ante ese comportamiento. Yo con mucha pena y esfuerzo le conté lo de la muerte de mi compañero de clase.
Anfra al escuchar eso no puso cara de asustada sino más bien mantuvo su postura de seriedad e insistió en que continuara. Y así lo hice. Le conté que era muy duro decir eso pero provoqué la muerte de un compañero de mi clase. Se trataba de Carlos Martínez, un adolescente de 18 años cuyo expediente académico era brillante, era una de los chicos más tímidos y antisociales del instituto. Nunca se le veía por los lugares donde se concentraba la gente joven y menos aún con amigos. Parecía ser un chico bastante seguro de si mismo pero a la vez raro e incomprendido por la sociedad. Muchas veces cuando salía al patio la gente empezaba a burlarse de él, le tiraban cosas, le gastaban malas bromas a pesar de que no era un chico feo. Esto parecía afectarle ya que tenía mucha sensibilidad.
Un día se acercó dónde estábamos nosotros, y al principio no nos dimos cuenta pero luego mis amigos y yo al verlo empezamos a decirle cosas tan fuertes que hasta yo me hubiera puesto a llorar. Nunca me hubiera imaginado el mal que le podíamos hacer, de hecho la sensación que tuve fue de decir cosas por la influencia que me causaban los demás. El chico igual que vino se fue por el jardín hasta no volver nunca más. Y de repente antes de que se terminara el patio, cogí y me fui sola con la excusa de que tenía que buscar a algún profesor ya que algo en mi interior sabía que algo terrible iba a ocurrir. Reflexioné sobre aquello que había dicho, hasta que me di cuenta que lo que hice no tuvo perdón. Juzgué y maltraté psicológicamente a una persona sin conocerla realmente y sin que me hubiera hecho nada malo. Desesperadamente fui a buscar al chico, al que finalmente nunca encontré.
A la mañana siguiente me di cuenta de porqué no lo encontraba, nuestra tutora nos había dicho que ha sido hallado muerto bajo del puente tras haber caído de forma accidental, aunque el informe final ha determinado que se trató de un suicidio.
Anfra no paraba de abrazarme y hacerme sentir mejor. Antes de que vinieran mis padres conseguí tranquilizarme y me mantuve durante toda la cena callada como una piedra. Mis padres no sabían nada y de hecho no quería que lo supieran ya que sabía que reaccionarían de forma que me sintiera más culpable y con más ganas de morirme, por tanto decidí que era una situación que debía superar sola.
Al cabo de unos días celebraron el entierro donde reducidas personas asistieron a verlo, yo junto con Anfra nos situamos a la última fila, pero eso no hizo que yo pudiera ver a su madre vestida de negro y casi desmayándose de la pena que le suponía haber perdido a un hijo tan joven. Yo no paraba de rezar durante toda la ceremonia cosa que me pareció necesaria a pesar de no ser católica. Antes de terminar la ceremonia el padre de Carlos vino había nosotras y nos dio las gracias por haber ido, cosa que me emocionó tanto que me hizo llorar. Una de las cosas que más me ayudaron fueron los consejos que Anfra me dió ante esta situación relacionada con la muerte, ya que la única forma de sentirse mejor es hacer que nunca se vuelva a producir.
Al cabo de dos semanas, mi autoestima empezaba a sentirme un poco mejor y de hecho dejé de hablar durante un tiempo con mis amigos, necesitaba estar sola. Necesitaba algo más, evadirme del mundo, y Anfra de nuevo me dio la respuesta a lo que estaba buscando.
Este era el penúltimo día que Anfra estaría con nosotros hasta de aquí dos semanas, ya que había conseguido suficiente dinero para poder volver a su país en busca de su hijo. No me pudo avisar antes ya que me vio tan agobiada con el tema de mi compañero que tuvo miedo al decírmelo ya que eso hubiera supuesto más noticias negativas, y todas de golpe resultan bastante letales.
Pero en verdad, el hecho de que se fuera no me lo tomé mal, porque fue perfectamente la idea que estaba buscando para evadirme de mi ciudad. Minutos antes de haberlo reflexionado con calma, decidí ir a decírselo a Anfra. Eran entradas las once de la noche y ella estaba empezando a prepararse la maleta. Cuando entré, ella como siempre se alegró de que la visitara, pero no le pareció tan bien cuando le dije la idea que tenía en mente. Para que yo viajara dos semanas a Italia con ella necesitaba tener la autorización de mis padres. Pero en ese momento recordé que yo ya tenía 18 ocho años y como tal mis padres ya no tenían la misma autoridad sobre mí.
A la mañana siguiente le conté todo el plan a mis padres. Ely y Samuel siempre les parecía bien la idea de que yo viajara y conociera cómo es el mundo. Además esta época era perfecta ya que estamos en primavera y encima había coincidido en vacaciones de Pascua. Mis padres al verme tan ilusionado después de bastante tiempo, para ser concretos desde la muerte de Carlos, que se enteraron por el periódico y entonces al ver mi comportamiento pensaron que eso era lo que me había afectado, pesaron que era una buena excusa para, como ellos decían, desconectar y de paso practicar la nueva lengua que estaba aprendiendo.
Antes de irme, mi padre quiso hablar conmigo, y me dijo que fuera mucho con cuidado ya que iba a un nuevo país donde aún había un conflicto político que no tardaría en acabar, pero que si me dejaba ir era para que por mí misma pudiera experimentar un hecho histórico y la verdadera realidad.
Tan pronto como terminamos de aclararlo todo, Ely, Anfra y yo fuimos a preparar los billetes, mi maleta, loa pasaportes, etc. Al final del día estábamos rendidas después de no haber parado durante todo el día. Así que a las 10 en punto ya estábamos todas durmiendo excepto mi padre y mi hermano que se habían ido a ver un partido de béisbol.
A la mañana siguiente, ya estaba todo listo. Anfra y yo estábamos más que nerviosas, ilusionadas. Mis padres nos acompañaron hasta el aeropuerto de Barcelona, donde al cabo de media hora salió nuestro vuelo.
Llegamos a Florencia al cabo de dos horas y media. Al principio iba todo normal, pero conforme íbamos saliendo del aeropuerto, noté como mi corazón aumentaba sus pulsaciones por minuto, estaba asustada. Sabía que estaba en un país donde la guerra estaba acabando, pero aún así aún había soldados con armas, gente tirada en la calle medio moribunda, sinceramente daba bastante impresión verlo en vivo y en directo. Inmediatamente cogimos un taxi que nos llevó a la antigua casa de Anfra, la cual estaba un poco lejos pero venía a resultar un lugar muy seguro donde hospedarse.
Era una casita pequeña hecha de piedra y con una chimenea lleno de suciedad por el tiempo que Anfra había estado ausente. Su hijo que vivía aún allí tan solo se había dedico a mantener la parte interior limpia, ya que cuanto más camuflada estuviera la de fuera, mejor para no ser descubiertos. Al entrar, pensé encontrarme con Dimitri que según la descripción que Anfra me dio parecía ser físicamente bastante normalito, a pesar de que su madre era bastante guapa. Pero no había nadie.
Anfra y yo nos instalamos en nuestros cuartos cuya distribución estaba bastante organizada.
Llegada la noche y después de haber deshecho la maleta, nos preparamos para dormir. Dimitri aun no había llegado, cosa que parecía no preocuparle a Anfra ya que sabía que su hijo siempre llegaba tarde a todos los sitios.
Al cabo de un rato de estar acostadas, noté como mi ”amiga que viene cada mes” apareció, se había adelantado dos semanas y medio antes de que me tocara cosa extraña. Corriendo, me dirigí al baño para intentar solucionar este pequeño contratiempo. Luego al salir del baño más tranquila, mi corazón volvió a acelerar incontroladamente. Alguien me había cogido de las manos muy fuertemente y a la vez tenía una arma blanca situada a la parte lumbar de mi espalda, yo asustada empecé a temblar y de repente la persona desconocida me habló. Hablaba italiano aunque estaba tan asustada que no entendía lo que decía, pero sí que pude distinguir que se trataba de un hombre.
Este, me llevó afuera donde el tiempo no ayudaba en absoluto. Allí me tiró al suelo bruscamente y luego me miró fijamente a los ojos con gran enfado. Yo al ver esos ojos que eran idénticos a alguien que conocía, inconscientemente grite:
  • Anfra.., ¿eres tú?
La cara del chico cambió al darse cuenta de que esa muchacha desconocida había dicho el nombre de su madre a la que ya hacía muchísimo tiempo que no veía. Este sorprendido por como yo sabía eso, me preguntó en italiano quién era, y gracias a eso me pude tranquilizar y decirle en su lengua de donde era, mi nombre y con quien había venido. De repente apareció por la puerta Anfra, que se había despertado tras una pesadilla y se preocupó al ver que yo no estaba en mi cuarto. Allí estábamos bajo la lluvia las personas que ella más quería. Dimitri al ver a su madre después de tanto tiempo, fue corriendo a abrazarla, estuvieron un largo tiempo abrazado uno con el otro hasta que yo terminé de ducharme tras haberme puesto perdida de barro en la caída. Al terminar, fui a ver cómo estaban y Anfra ya se había ido a dormir de nuevo, mientras que Dimitri estaba esperándome para pedirme disculpas, que yo enseguida acepté. Era un chico más guapo de lo que yo había imaginado. Era alto, tenía los ojos azules y sus cabellos oscuros le daban un aire de personalidad interesante, él tenía algo que a mí me fascinaba pero no sabía muy bien que era.
Antes de irme a dormir, él me hizo esperar ya que descubrió que tenía un rasguño en la mano tras la caída e insistió en curármelo ya que se estaba especializando en el arte de curar. Poco a poco empezamos a hablar de temas que nos interesaron bastante a los dos, y tanto nos gustó que nos pasamos toda la noche conversando, cosa que a la mañana siguiente hizo que nos levantáramos súper tarde.
Al día siguiente oímos por la radio que el conflicto al fin había terminado. Lo cual hizo que toda la población estuviera más tranquila y al fin pudieran disfrutar de la paz.
En ese tiempo Anfra y Dimitri aprovecharon para enseñarme gran parte de Italia, la cual me encanto. Pude mejorar mucho el italiano y además, de vez en cuando, ayudábamos a la gente que necesitaba ayuda hospitalaria, Dimitri hacía de doctor mientras que yo de auxiliar de enfermería. Me encantaba pasar el tiempo con él, se parecía tanto a su madre y además los dos compartíamos las mismas aficiones, nos gustaba ayudar a la gente. Esto fue para mí la llave del perdón hacia aquello que me sucedió con la muerte de Carlos, creía que el hecho de ayudar a la gente era una buena manera de sentirse bien y ser solidario, cosa que me encantó, además de aceptar las rarezas de los demás, como Dimitri al que le encantaba comerse bocadillos de patata.
A final de semana, ya era la hora de marchar. Los dos estaban muy tristes pero sabían que yo había de volver, cosa que hice pero sin Anfra la cual se quedó allí con su hijo ya que yo me di cuenta que aquello era su hogar, pero no porque ella me lo hubiera dicho sino porque su sonrisa lo mostraba. Les dije que volvería, cosa que los dos estaban convencidos que haría. Antes de irme Dimitri me enseño una nueva lección que nunca antes había estudiado, me dijo que para despedirse no bastaba con un abrazo a una de las personas que más quieres de tu vida, sino que en su país era típico pegarse un beso a la frente, pero que en este caso él iba a hacer una excepción. Y entonces cerré los ojos y Dimitri me besó en los labios. Luego cuando llegó el taxi, el beso concluyo pero yo aún tenía los ojos cerrados, sabía que ese sueño no había acabado, mi nuevo hogar estaba allí.
Al cabo de tres horas de viaje y de dos semanas en Italia, llegué a casa donde mi familia continuaba como siempre atareada.. Al cabo de un tiempo me di cuenta de que mi madre pasaba más tiempo con mi hermano y conmigo y que tampoco había buscado una nueva sirviente, tal vez porque sabía que nunca encontraría a una como Anfra.

I.E.S Cotes Baixes
Alcoy
Rita Jordà Senabre
Curso 2013/2014 1r BAT Bº